¿A qué huele en L.A., Posh, querida?

Mira que me había propuesto, querida, no hablar más de ti, pero fue ver esos morritos y no pude menos que pensar a qué olerá en L.A. para que tal fragancia justifique ese gesto que no sé ya muy bien si se debe al cirujano (tú me dirás), al hedor de la ciudad a la que le haces el inmenso honor de elegirla como nuevo lugar de residencia, o se trata simplemente de tu gesto habitual de reinona despreciando a la plebe. Tal vez los ojos, si pudieran verse (¿oversize se les dice a esas gafas tamaño extragrande a las que tú añades cristales degradados al más puro estilo de poli americano? digo yo que si para ir ambientándote) tal vez esos ojos, decía, nos dieran una pista fiable de lo que piensas mientras decenas de fotógrafos te acosan (¿qué sería de ti sin la prensa, mona?) y disparan, pero sin derribarte, que una lady como tú nunca pierde la compostura (bueno, aquí entre nosotras, ahora que nadie nos oye, la pierdes con cierta frecuencia, pero claro, una se achispa un poquito con cualquier cosa, porque cuando no hay costumbre de beber, ya se sabe lo que pasa).
Pues tal vez en Madrid oliera a ajo, que no sabes tú lo beneficioso que es para la salud, no el olor, claro, sino tal alimento con más dientes que tú, que ya es decir... pero me da a mí, viendo tus morritos fruncidos de mala manera, que en Los Ángeles de California no huele mucho mejor.
Te auguro allí una estancia tan larga como lo precisen tus negocios, mona, que para eso sí tienes el olfato ultrasupermegadesarrollado, todo hay que reconocerlo.
En fin, Posh, querida, que si sigues inspirándome así, voy a tener que nombrarte, a mi pesar, musa oficial de Mimismidad y crear una etiqueta para todas las entradas que hagan referencia a milady Beckham. Eso sí, mona, no me vayas a cobrar los derechos de imagen, que eso a una amiga no se le hace.
Sin más que decirte, me despido hasta la próxima.