O sea, de verdad, te lo juro, Posh, querida: no puedo con la vida. Mira que me había hecho el propósito de no volver a hablar de ti, pero después de ver esto, no me queda más remedio. Si en el fondo hasta tengo que estarte agradecida: me das tema para mis post.
¡Qué mona ella, con su figura de triángulo invertido que no se ajusta al nuevo tallaje estandarizado! Lo que viene a confirmar, corroborar y reafirmar que es única. Porque ni mujer cilindro, ni mujer campana, ni nada de nada.
No sé dónde has comprado esa camiseta pero seguro que es de una marca carísima, querida, que ya son ganas de despilfarrar (sé yo de varios mercadillos donde encontrarlas similares a no más de tres euros) Confieso que me gusta, a pesar del pésimo detalle de lucir la hombrera del sujetador, que no sé si será moda pero es de lo más hortera. El pantalón me gusta también y qué decir de esos taconazos, si precisamente los taconazos me fascinan.
Sólo que en ese conjunto monísimo lo que desmerece, querida, y perdóname la sinceridad, es la percha. Porque esa ropa carísima y tan mona, va colgada sobre una percha, ni más ni menos.
Para lucir algo así, mi querida Posh, vas sobrada de vanguardia y de retaguardia harto escasa. Esas caderas escurridas, inexistentes, no son lo mejor para lucir una prenda como ésa. Y mucho menos sirve para que se luzca el conjunto semejante desproporción entre tus dos planos horizontales, mona, que tanto de arriba y tan poco de abajo casi que hace daño a la vista, o sea, ¿que no?
En fin, mona, que no te molesto más, que ya sé que eres una mujer terriblemente ocupada.
Hasta otra, Posh, querida.
Una ocurrencia de