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domingo, 11 de febrero de 2007

Caperucita: un cuento feroz

Pues ni Perrault ni los Hermanos Grimm. Que no, que ya han intentado vendernos otra vez la moto equivocada...
Y es que miren ustedes, que Perrault anduvo más cerca, pero los Grimm, con ese afán de infantilizarlo todo, metieron la patita hasta el corvejón y más allá.
Tengo fundados motivos para pensar que todo el desarrollo de la historia responde a un plan premeditado de la madre de la nena, ansiosa por deshacerse tanto de ella como de la abuelita.
Y si no, a las pruebas me remito: ¿qué madre cabal le coloca a su hija una caperuza roja, una prenda llamativa donde las haya, un signo claro de identificación, si no es justo para eso, para que la reconozcan? ¿qué madre sensata, señores míos, manda a su hija pequeña a través del bosque sola sabiendo que merodea un lobo, por mucho que le advierta "no te entretengas que el lobo puede andar cerca", o algo similar, si no es para que se la encuentre el lobo?
La madre había pactado previamente con el lobo, que no era tal sino Lobo, enviar a la niña de visita a casa de la abuela precisamente para que el lobo, perdón, el Lobo, se deshiciera de ella, y de la ancianita que vivía al otro lado de un bosque sombrío y tétrico como él solo.
Y aquí vamos con Caperucita. La niña va con la caperuza suponemos que sin protestar, eso no es normal, a mí que no me vengan... En fin, va ella tan contenta por el bosque cogiendo florecillas para llevar a su abuela, y en esto aparece el lobo, perdón, el Lobo y la engaña para que vaya por el camino más largo y que le dé tiempo a llegar a casa de la abuelita antes que la nena, mira tú qué retorcido, que digo yo que porque no se la come allí mismo y ya está. Pues la niña hasta ahí, normal, porque hace justo lo contrario de lo que le aconseja con alevosía y premeditación su madre, vamos, lo que todos los niños, ¿no?, pero lo que ya no cuela a menos que la mocosa sea tonta de remate es que confunda al lobo (o Lobo, que eso ya lo analizaremos después), con su abuela, por muy velluda y hocicona que fuera la buena mujer. La nena en realidad lo que demuestra poseer es una feroz precocidad sexual, que a mí no me la da: le sigue el juego al lobo plenamente consciente de quién la espera metidico en la cama, y ella encantada, ¿que no? Si es que donde hay pelo hay alegría, y esto debía de tenerlo oído Caperucita.
¿Zoofilia? Que no, hombre, que no, que el cuento no llega a tanto: aquí aclaro mi insistencia en que el lobo no es tal, sino el Lobo, un leñador (supongo que éste era su oficio, a juzgar por sus estadías en el bosque) al que por su apariencia lobuna (sí, éste sí es hocicón e hirsuto), en el pueblo le colgaron el mote, un hombre sin escrúpulos que no duda en pactar un par de asesinatos bien cobrados, y que antes de perpetrar el segundo no quiere privarse de una fiesta.



Y a todo esto, ¿qué motivos podría tener una madre para tramar semejante plan? Ay, ingenuos, ¿quién dice que la señora es la madre? Pues no, tanto desatino sólo se explica si conocemos su verdadero parentesco con la niña y la anciana. Tamaño plan sólo se le puede ocurrir a una madrastra viuda que pretende heredar legalmente todos los bienes de su marido. ¿Que no?, hombre, me direis si hay otra forma más segura: la heredera del difunto era Caperucita, y en caso de fallecimiento de ésta, pues la señora madre del difunto, por ser el pariente vivo más cercano. Si las dos la palman, ¿a quien va a parar todo, eh, a quién? Ahí os han dao...
Ésta y no otra es la verdadera historia de Caperucita, un cuento en verdad feroz.

domingo, 21 de enero de 2007

Blancanieves: desmontando el mito

Los hermanos Grimm nos vendieron la historia equivocada. No sé si con alevosía, que eso es ya mucho aventurar, pero lo hicieron. Porque, a ver, analicemos el cuento: no se sostiene.
Lo primero, vamos con las relaciones familiares: un padre ausente, una madrastra bruja y una nena crecidita que se pasa el día cantándole a los pajarillos y esperando al príncipe asomada a la ventana; para mí que estaba más p'allá que p'acá, o que le afectaban en exceso los vapores de las pócimas que secretamente preparaba la madrastra en las mazmorras. No justifico la actitud del padre, pero es para entenderla por lo menos, a ver quién es el guapo que aguanta sin que se le caiga la real corona a una mujer bruja y a una hija que se pasa el día fumada; anda, ahí os quedáis que yo me voy a la guerra, que voy a estar más tranquilo; pues no, señor calzonazos, haber elegido mejor la esposa y haber sabido meter en cintura a la chiquilla, y si no, a apencar con las consecuencias, como un hombre cabal.
Una cosa curiosa: un castillo tan próspero y no tiene más sirvientes que el pobre leñador. A ver cómo se explica. Pues sí, se explica: con encomiable espíritu empresarial, la madrastra y real señora del sitio, prescinde del servicio y pone a la niña a trabajar, sin contratos ni sueldos, que para eso es la heredera de la finca, ¿no? pues que se lo curre la chiquilla, que al fin y al cabo para ella va a ser. Lo malo es que la princesita no parece mostrar mucho apego al trabajo, si es que todos los obreros son igual...
Otra más: el espejo mágico y la tontería esa de que la madrastra sentía envidia de la belleza de Blancanieves. Y un pimiento de Padrón, de los que pican. El espejo, entre tanto vapor, no creo que viera mucho, y además debía de estar pelín cegato para decir que Blancanieves era la más bella del reino, con esa cara de pan de hogaza, y esa expresión ida. Yo creo que lo que el espejo de verdad quería era malmeter, así pues, estamos ante un espejo malicioso y cizañero.
Llegados a este punto, tenemos: una princesa ñoña y flipada; una madrastra bruja en todas las acepciones del término, harta de soportar a la niña; un padre calzonazos que abandona sus obligaciones porque no puede con ellas.
Del leñador, mejor no digo nada, el pobre se vio obligado por la necesidad, pero no deja de ser un sicario.
Y llegamos a los enanitos. Descarto ya mismo la teoría de que eran homosexuales. A ver, si lo fueran, no habría lugar para su actitud, porque lo de los enanos es encoñamiento puro y duro. ¿Cómo se explica si no que ellos, que tan felices eran y tan a sus anchas vivían (entre mugre, sí, pero a sus anchas) acepten normas de una marimandona entremetida que llega imponiendo reglas a casa ajena? Lo dicho: encoñamiento. Si hasta Gruñón desiste de su pose, y sucumbe... En la Casita del Bosque, ya liberada la nena del efecto de los efluvios de pócimas y potingues varios, se destapa su auténtico carácter. Lo que tenía escondido la niña... quién lo hubiera dicho...


Pues nada, el resto de la historia ya la conocemos, salvo por un pequeño detalle incierto. A mí que me cuenten otra, que no me creo eso de que la madrastra se molesta en transformarse, ir al bosque y engañar a la pánfila de Blancanieves para que muerda la manzana sólo por razones de belleza. La verdad oculta es que a oídos de la madrastra llegó noticia de que la princesa estaba viva y preparaba una rebelión para tomar el castillo y recuperar sus derechos sobre el reino. Y aquí la madrastra trina, claro, y como sabe que no puede fiarse de nadie (buena le estuvo con el leñador), pues decide hacer ella misma el trabajito. Y lo logra, vaya que sí. Y aquí las lágrimas por el supuesto fallecimiento de Blancanieves, y otro motivo más para reflexionar: pues no eran morbosos ni nada los enanitos, que deciden conservar el cuerpo muerto (eso creían) e incorrupto (¿y esto último no le daría qué pensar? ¿o creían que la nena era una santa?) de su amada joven en una urna de cristal ¿para siempre jamás?.
Hale, dicho esto, pasemos al príncipe. No me quedó nunca claro si llegó al bosque atraído por las historias que oyó sobre una bellísima princesa muerta, o simplemente pasaba por allí y al verla le entraron unos deseos irreprimbles de besarla; en cualquier caso, el tipo no era muy normal, porque, a ver ¿no son ésos claros indicios de necrofilia? El que luego resultara estar viva y bajo los efectos de un hechizo (o de un flitro catatónico, vaya usted a saber), no invalida la motivación secreta del príncipe, en fin, que el joven, guapo sí era, pero normal normal yo diría que no.

En cualquier caso, el cuento termina con la madrastra muerta, Blancanieves viva en brazos del príncipe, y, suponemos, porque así sucedía en los tiempos inexistentes del mito, que unificados dos reinos.
¿Un final feliz? Pues no sé si feliz, pero sí conveniente. Siempre podemos buscarle otro.
¿Qué fue de los enanitos? ¿Alguien puede decírmelo? ¿Y el real padre desaparecido? ¿volvió de la guerra? y si fue así, ¿cómo se tomaría el nuevo estado de cosas? Preguntas para reflexionar seriamente, ¿verdad?

La noche nos atrapa

La noche nos atrapa

Noche fascinante y fascinadora

Corren paralelos el intimismo y el sentimiento con el costumbrismo. Como eje y escenario de todo ello, la noche, fascinante y fascinadora. Un pueblo cualquiera de la España de los primeros noventa. La noche marca a los personajes de una historia en la que se recogen vivencias que muchos han sentido en su propia piel. Sentimientos exacerbados al abrigo de la noche que atrapa a los protagonistas y, espero, a los lectores.

Crítica de Ana Mª Moreno Fernández, escritora, autora de La princesa triste.

Nada más recibirle me puse a leer. Toda la noche en vela, me atrapó la noche, me atrapó su lectura. Novela costumbrista y fiel retrato de las chicas de aquellos finales de los 90, de educación casi retro. Novela de sentimientos, de sufrimiento, de ilusiones, de amores…. Novela de “noche”, noche fascinadora que nos atrapa. Novela completa, en una palabra: MARAVILLOSA.

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La princesa triste

La princesa triste

De miedos y traiciones: de amor y desamor

La historia de un a mujer que cree tenerlo todo hasta que cae en la cuenta de que ha sido traicionada y de que sus relaciones han fracasado. Se le revela con toda crudeza lo efímero de ciertos aspectos de la vida. A pesar de ese amargo trago de la traición, logra reencontrarse con amores perdidos y deshacerse de los miedos de toda una vida.

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A la sombra del cuento

A la sombra del cuento

Cuentos susurrados

La conocida narradora Charo Pita nos regala una excelente colección de cuentos que parecen susurrados desde muy cerca. Cuentos intensos, emocionantes y de una gran hondura, cuentos que, desde el momento que pasan por el ojo ya nunca se separan de nosotros. Cuentos íntimos, de una gran calidad literaria, que son un regalo para el corazón.

Cine, cine, cine

Más cine, por favor, que todo en la vida es cine, y los sueños cine son. (Luis Eduardo Aute)

Ellos

Mis mitos: no están todos los que son, sí son todos los que están.

Jorge (sí, es él, George)

Cary

Monty

Errol

Paul

Rock

Sean

Clark

Greg

Burt (lo siento, Milindris)

Bogart (no era guapo ¿y qué?)

Brando (el bruto bello)