Un día cualquiera
6:45 de la mañana: Suena el despertador. Hoy lo hubiera machacado. Estaba tan profundamente dormida que me ha sobresaltado y he tardado en reaccionar.
En fin, obedezco al pitido intermitente y me levanto. Después del desayuno y una ducha rápida, bajo a poner una lavadora, la secadora, y a revisar mi correo.
7:45: Hora de subir a despertar a los niños. Primero, Gonzalo. Me ocupo de él: su ropa, su aseo, su desayuno, que su mochila esté lista. Ahora las niñas: sólo levantarlas, el resto lo hará la abuela dentro de unos minutos.
8:25: En marcha. Salimos hacia el colegio de Gonzalo. Se da bien la carretera, así que llegamos al pueblo sobre las nueve menos cuarto, un poco pasadas. Da tiempo a tomar un café en el bar que coge de camino, El Ruedo. Allí recalamos todas las mañanas antes de clase, y allí lo hace también un nutrido grupo de profesores.
9:00: Suena la sirena y se abren las puertas de la escuela. Gonzalo ya ha entrado, no tengo nada más que hacer allí. Camino hasta el aparcamiento. Vuelta a casa.
9:20: De nuevo la ruta sin incidentes. Voy al banco. De allí a tomar el tercer café del día en el bar (podría decir "en un bar" pero no es uno cualquiera, es "el bar") Y la compra: la carne, en la tienda de Susi; la fruta y la verdura en la frutería de Jose; la prensa, en el kiosko; y de allí al supermercado para todo lo demás (no, Mastercard no)
11:00: Llego a casa y coloco la compra. Hago las camas. Me encuentro mal, estoy griposa, me duele hasta el último músculo del cuerpo, ése que no sabes que tienes hasta que te ataca el puñetero virus. Paracetamol, a ver si me alivia. Me echo un ratito para ver si consigo encontrarme mejor. No parece que me haga mucho efecto ninguno de los dos remedios. De todos modos, vuelvo a cargar la lavadora y pongo un poco de orden en casa. Recuerdo de pronto que tengo una reunión con el tutor de Ana, a la una. Así que le pido a mi madre que tenga comida hecha para las niñas cuando vengamos del cole, si no, no les daría tiempo a comer para regresar a las clases por la tarde. A todo esto, se hacen las
12:30: Hale, de nuevo al coche, en un cuartito de hora sale la pequeña y a la una la mayor. Entrevista, breve, con el tutor de mi hija. A casita, pero ellas a la de la abuela. Yo, a la mía.
1:45: Como. Sigo sintiéndome mal, así que me echo de nuevo; cuando me levanto estoy un poco más despejada; un café para ayudar.
2:45: Llevo a las niñas al colegio; Ana baja sola a su fila; espero a que la maestra de Carmen salga y organice la fila y entonces me voy a recoger a Gonzalo. Otros 42 kilómetros (entre la ida y la vuelta) Llegamos a las
16:00: Como tiene deberes, lo dejo con la abuela para que vaya haciéndolos. Yo me voy a por las niñas al colegio. Carmen sale a las cuatro y cuarto; Ana, a y media, hoy a menos veinticinco. Corremos hacia el coche porque la pequeña tiene clase de Música y Movimiento en diez minutos.
La dejamos en clase y subo a Ana a casa. Me pide merendar en casa de la abuela y la dejo allí, yo voy a casa a tomar otro paracetamol, a ver a mi marido, que está terminando de comer, y a poco más porque a las cinco y cuarto salgo de nuevo a recoger a la niña.
17:30: La recojo, la subo a casa; su padre se encarga de la merienda. Yo voy a buscar a Ana para llevarla a catequesis. A las seis la dejo en la casa parroquial y vuelvo a casa. Recojo la cocina y cargo la lavadora. Voy a casa de mi madre a por Gonzalo. Reviso de nuevo el correo.
Mi propio se encargará de traer de vuelta a Ana.
19:10: Pues ya está de vuelta. Ahora toca ocuparse de que haga los deberes. En ello y en preparar cena se me hacen las
20:30: Duchas rápidísimas. Cena. Algo de juego y
21:45: Niños a la cama. Mamá baja a escribir este largo post.
Creo que leeré un poco antes de dormir, no lo tengo claro: terminó el alivio, pero aún no ha pasado tiempo suficiente para poder tomar otro gelocatil. Tal vez prescinda esta noche de la lectura. De momento, voy a dar por concluido este post (aghhh, quedó aburridísimo, pero ya que está hecho aquí y así se queda) y luego ya veremos....
Una ocurrencia de
10 comentarios:
Ay, corazón, estresa na más que leerte... Si pareces el palo de la jeringa, to el día pa'rriba y pa'bajo!
Yo me pasé una época así, llevando y trayendo niña todo el día. Gracias a todos los cielos, ya va sola a todos lados.
Cuidate esa griposura, linda, que a ver qué iba a hacer esa familia contigo inoperativa.
Besines. Buenas noches. Descansa :)
Espero que no sea más que un catarrillo sin importancia y que hoy estés mejor...en cuanto al resto...madraza!
Mil biquiños!
bufff que trajin, madre mia, y que madrugones, eres supermama, que suerte tienen tus niños
Ana, jajaja, qué bueno lo del palo de la jeringa, jajajaaj. Me lo anoto para soltarlo en cuanto venga a cuento, jajaja. Gracias por los ánimos y el interés, guapetona. Besazos.
Aloia: parece que la gripe va remitiendo un poco. El resto... pues como muchas otras, esto es muy general... Gracias, guapísima. Besos.
Txustine: pues como le digo a Aloia, esto es lo que hacen otras muchas, no es algo raro, no creas. Eso sí, agota que no veas, jaajaja. Besos.
Veo al lado un libro. ¿El título no era la noche me confunde?
Yo me decía, ¡jo, que madrugadora es esta mujer!, cuando veía la hora en tus comentarios en Pescata.
Ahora lo entiendo todo.
El papel de las abuelas sigue siendo imprescindible, que sería de nosotros sin ellas.
Besos Cordiales.
Sí que me confunde, Heliópolis, sí, pero no me confundí en el título, jajaja. La noche nos atrapa. Un saludo y bienvenido.
Pues sí, Ray, pero a veces me gustaría no tener que madrugar... quiero darme el gustazo de dormir doce horas seguidas, jajaja. Un beso
ufff, que trajín..........
Y encima escribes así... Es lo que dices, deporte de riesgo. Y desde luego con muchísimo entrenamiento. Más mérito no se puede.
El de todos los días, Fernando, :) salvo por la gripe, que no es lo habitual, lo demás es trajín cotidiano. Un beso.
Gracias, Curroclint; si supieras cuantísimas mujeres se ven obligadas a llevar este mismo ritmo.... Un beso.
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