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martes, 12 de diciembre de 2006

¡Qué culpa tendrán las carreteras!


Puestos a decir gilipolleces, una de las más gordas es la se emplea como justificación de cualquier accidente de tráfico: "Es que es una carretera muy mala". Y una mierda, señores: las carreteras no son malas ni buenas, las carreteras tienen un trazado más o menos sinuoso y el firme en mejor o peor estado, y carecen, que yo sepa, de cualquier intencionalidad moral, lo que las exime de esa absurda calificación. Pues no, las carreteras no son malas ni buenas, es malo el conductor que no sabe adaptarse a las condiciones de la carretera por la que transita y a las del vehículo que conduce. Es malo el conductor que cree que ser buen conductor consiste en correr más que nadie y que las señales de tráfico son un bonito adorno para romper la monotonía de la conducción o una distracción peligrosa para la misma; es malo el conductor que no respeta los límites de velocidad establecidos, y el que adelanta sin que se den las condiciones para hacerlo con seguridad, y el que conduce con alguna copita de más porque nunca le pasa nada a uno hasta que le pasa (esas cosas sólo les pasan a los demás); es mal conductor el que toma a ciento veinte una curva que no puede tomarse a más de ochenta, y el que no respeta la distancia de seguridad y se pega a la trasera del coche que le precede, y el que confía tanto en sí mismo y en su magnífico vehículo que no se da cuenta de que en cualquier momento pueden fallar el vehículo y él (¿quién está exento de tener un ligero mareo, o qué coche no puede tener una avería inesperada?); es malo el conductor que no pone sus cinco sentidos en la conducción... Es malo el conductor que... Así podríamos seguir hasta completar una relación con más kilómetros que el trayecto de ida y vuelta entre La Coruña y Melilla. Por más campañas que haga Tráfico y por impactantes que sean, está demasiado arraigada la idea que mencionaba: ser un buen conductor consiste en correr más que nadie y no respetar las normas de circulación.
¡Cagüen la leche! ¿Cuándo nos enteraremos de que la culpa de los accidentes no la tienen las carreteras, sino los conductores?

8 comentarios:

Harry Reddish dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo. Desgraciadamente el error humano es bastante frecuente en los accidentes y rara vez se deriva de otros condicionantes (que también ocurre). Las carreteras quizás no tengan la culpa, la culpa la tiene el cafre que va al volante

Salud

Raquel dijo...

En muchos casos no se trata ni de errores, sino llanamente de que el conductor se salta a la torera todas las normas no ya de tráfico, sino de la prudencia y el sentido común

EL CHICO GRIS dijo...

las carreteras ayudan

Andrés David dijo...

Pasando a comentar por primera vez... en estos días he cavilado mucho sobre la proyección de la culpa (incluyendo el caso del conductor) y me pregunto si será parte de la naturaleza humana buscar culpables fuera para evitar la responsabilidad propia.

Raquel dijo...

Pero ayuda muchoooo más la petulancia de los conductores y su poco sentido común.
Yo estoy convencida de que es así, Andrés David, bienvenido.

cheess dijo...

lo unico que puedo decir, es amen.

totalmente de acuerdo con todo lo que expones.

bsss

Liliana Sáez dijo...

Bueno, yo lo veo de otra manera, quizá por la experiencia de haber vivido en un país donde en la época de trazar las autopistas, los estudiantes de ingeniería eran egresados de Inglaterra, donde ya saben que su vía de circulación es por la derecha.
Pues bien, hay una curva famosa en Caracas que tiene el perfil/inclinación ideal para un auto que tenga el volante a la derecha y no a la izquierda, por lo que ahí el vehículo se desliza como quiere para donde no debe. Y en ese caso (como debe haber unos cuantos más) no sólo se le puede achacar la culpa al conductor.
Habrá casos y casos...

Raquel dijo...

Yo hago todos los días una carretera con curvas completamente cerradas, y me falló la dirección al tomar una de ellas: puedo contarlo porque tomé la curva a una velocidad conveniente.

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Bogart (no era guapo ¿y qué?)

Brando (el bruto bello)